Praga, la ciudad de las cien torres

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

La capital checa reune el mayor conjunto declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco: nada menos que 900 hectáreas de callejuelas y plazas con solera, iglesias, palacios, jardines, museos y cúpulas repartidos por cinco barrios imprescindibles que atrapan al viajero ávido de contagiarse de su encanto, su ambiente y su nutridísima vida cultural.

Que Praga descuella como una de las capitales más líricas y embrujadoras de Europa Central es un secreto tan a voces que en los últimos tiempos se ha convertido, casi, en un destino de culto. Con un alzamiento tan pacífico que pasó a la historia como la Revolución de Terciopelo, Praga, como el resto de la República Checa –entonces aún Checoslovaquia–, le dio carpetazo en el 89 a cuatro décadas de comunismo y se lanzó a recuperar a marchas forzadas el tiempo en algunos aspectos perdido.
En un abrir y cerrar de ojos los barrios con más sabor de su delicioso casco viejo recuperaron su lustre de antaño y los escaparates de sus tiendas, hasta entonces desprovistas de todo lujo superfluo, volvieron a lucir como en sus mejores tiempos. No fueron éstas, desde luego, las transformaciones más importantes, pero quizá sí las más evidentes para las hordas de viajeros que se avalanzaron hacia ella, ansiosos por paladear la ciudad más deseada del otro lado del Telón de Acero